Los Rostros de mecenas

Los Rostros de mecenas

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Si buscamos en cualquier diccionario la palabra «mecenas» encontraremos una entrada como la siguiente: “Persona que patrocina las letras o las artes”. Y si prodigan mucho en datos agregará «Noble y patricio romano que vivió en la época de Augusto».  ¡Mezquino trato el de la historia¡

 Dicho término alude a nuestro Cayo Cilnio Mecenas, el otrora fiel consejero del emperador Augusto, que destacó precisamente por su labor de protección de las artes y la literatura y, que poniéndolas al servicio del principado, creó un vehículo de propaganda sin precedentes en la historia. En los tiempos actuales se equipararía a un Ministro de Cultura (Augusta, 2014), en un gobierno autoritario, acotamos nosotros.

En la mayoría de las lenguas cultas existen los términos “mecenas” y “mecenazgo”. Según el Diccionario Enciclopédico Hispano – Americano (1912, p.655) “Cayo Mecenas […] prefería la monarquía a la república, y determinó a su amigo a que conservase el poder soberano, que quería abdicar […] sirviose de su crédito para inclinar al emperador a que favoreciese a los literatos”.

La vida de Mecenas
No tenemos conocimiento de la existencia en idioma castellano de una biografía completa y acabada de la vida del patricio romano que legó su apellido al acto de proteger artistas e intelectuales. No obstante, los biógrafos de su vida se han extendido a lo largo del tiempo desde que en 1644 Jean-Louis Guez de Balzac había publicado dentro de sus Obras Diversas un capítulo intitulado Mecenas que a la postre fue el modelo usado por sus continuadores en este empeño, entre ellos la Historia de la vida de Mecenas,  escrita por Juan Pablo Martyr-Rizo en Madrid en 1626 y la obra que Henri Richer publicó en París en 1746 con el título de Vie de Mecenas avec des notes historiques et critiques.

De Cayo Cilnio Mecenas sabemos que nació hacia el año 60 a. de J.C. y murió en el año 8 antes de la era cristiana, que fue confidente y amigo estrecho del emperador romano Augusto y que destacó en vida por ser un protector de poetas de la talla de Horacio y Virgilio.  Sabemos también que descendía de una familia noble de estirpe etrusca y que en base a su buena posición social y fortuna se situó en el círculo de poder de la corte de Octaviano, donde llegó a tener notable influencia, oficiando como representante del Estado en muchas ocasiones en que el emperador se encontraba ausente en Roma.

Mediador y diplomático, intervino en algunos intrincados procesos de las negociaciones que permitieron al sobrino de César asegurar su poder.  Solano Santos (1999) nos recuerda además que acompañó a Augusto en las batallas de Módena, Filipos, Perusa, Parola y Accio; y estuvo encargado del gobierno provisional de Italia durante tres años(Solano Santos, 1999).  Las fuentes apuntan a rasgos contradictorios de su personalidad, para algunos sencillo y humilde por temperamento y carácter, otros lo retratan como un libidinoso amanerado, rencoroso y vengativo por las constantes humillaciones a las que lo sometía su casquivana esposa. Mecenas pasó a la posteridad como sinónimo de generosidad para los cultivadores de las letras. Dedicó su fortuna a proteger a escritores  artistas, quienes estuvieron por lo demás, siempre dispuestos a reconocérselo.  Con este gesto el ciudadano romano pasó a ser considerado el primer mecenas de la historia, iniciando a partir de su vida la historia del mecenazgo en el arte occidental, especialmente cuando en el Renacimiento se re-descubrió su figura y se la usó como fuente de inspiración por los nobles y patricios de una Italia que se desembozaba lentamente del “otoño de la Edad Media”.

Sin embargo, es poco más lo que se sabe de él. En muchos aspectos la figura de Mecenas
es una incógnita que desmerece ante la trascendencia póstuma que alcanzó su nombre tras su paso por la historia. No abundan las referencias sobre Mecenas. Uno de los mayores aportes lo he recibido del libro de Jean-Marié André, Mécène: essai de biographie spirituelle,  publicada en Paris  1967 que me ha permitido intentar comprender, en la medida en que ello es posible, la psicología del evergeta según las referencias que hacia su persona tuvieron sus contemporáneos, especialmente aquellos a los que patrocinó . Pero lo obra de André ha venido siendo discutida en estos últimos años, especialmente por su intento de confeccionar un perfil psicológico a partir de fuentes notablemente escasas y fragmentarias, aspecto que vuelve toda una audacia el objetivo de tratar de elaborar una “biografía del espíritu”, como pretendía el escrito galo.

 

Cayo Mecenas (nacido probablemente el 13 de abril del año 69 a.C. muerto el año 8 a.C.), el mismo año en que contraen matrimonio Cayo Octavio con Atia, los padres de Augusto. En latín Gaius Cilnius Maecenas, fue un político romano, protector de las letras, consejero de Augusto, gran evergeta de la ciudad de Roma y benefactor de la literatura y las letras, estimuló especialmente a los poetas romanos Sexto Propercio,  Virgilio y Horacio. Tácito se refiere a él como Cilcius Maecenas, siendo posible que Cilcius fuera el nomen de su madre .

Una biografía de Mecenas sólo es posible concebirla como una historia construida con fragmentos, que como pequeñas piezas de un mosaico hay que intentar verlas desde la distancia pues solo así se puede apreciar la complejidad del conjunto.

 
Adrian Goldsworthy lo menciona por primera vez en su notable biografía sobre Augusto,  como “un joven ecuestre y uno de sus confidentes más íntimos”, cuando junto a Asinio Polión, como representante de Marco Antonio, le toca hablar por César en las negociaciones que llevaron a la paz de Brindisi tras la llamada guerra perusina.
 
 ¿Quien era Mecenas? Séneca lo acusaba de molicie, de descuido en sus palabras y su vestimenta. Y parece ser cierto que se paseaba por las calles de Roma con una toga muy ligera y sin ceñir; que escribía poesía en un estilo sumamente alambicado; que recibía a los emisarios en su despacho con un paño en la cabeza y a medio vestir. Durante la campaña de Accio si había quedado atrás en Roma y aterraba a los ciudadanos con edictos sellados con una rana, su marca personal.  Menciona escuetamente la historia que Cayo Mecenas fue un político y consejero del emperador romano Augusto, a quíen representó con frecuencia en misiones diplomáticas. Es un lugar común decir que su linaje provenía de un aristocrática familia etrusca, los fundadores de lo que posteriormente sería Roma. Su patronímico “Cayo” era un nombre muy popular en aquella época y región del mundo. Significaba “señor” “amo de su casa”, así como el femenino “Caya” era equivalente a “señora”. En las esponsales romanas, el contrato matrimonial incluía una fórmula que la mujer expresaba como parte del rito: Ubi tu Caius, ego Caia, “en tanto en cuanto tú seas señor yo seré señora”. Con ello daba entender que entraba formar parte de la familia del marido y tomaba el nombre gentilicio de este.  
 
Hubo otros Cayos ilustres que dejaron huella en la historia de Roma: Cayo Calígula emperador; Cay Casio, pretor; Cayo, el hijo de Marcos, nieto del emperador Augusto y que fuera optado por él y nombrado cónsul a los 14 años, el mismo que bajo el mando de Tiberio se destacó en la campaña de Germanía y, que traicionado por Addon, gobernador de Atrajeres, murió los 23 años camino Roma. 
  
Nuestro Cayo vivió en la misma época que Octavio, a quien sirvió con lealtad, profesándole a lo largo de los años una fiel amistad y sabio consejo. 
 
Lo había conocido cuando Augusto estudiaba en Grecia, probablemente entre el 46 al 44 a. De C. Fue allí donde ambos desarrollaron una amistad que se prolongó por décadas. Dice Everitt en su biografía del Emperados que Cayo hizo dos amigos en la escuela, ambos de personalidades muy diferentes. El primero de ellos es Marco Vipsanio Agripa, un año menor que Cayo. Se desconocen sus orígenes familiares, pero Suetonio dice que Agripa era de «origen humilde». El nombre Vipsanio  es muy inusual, y Agripa  prefería no usarlo. Podría haber provenido de Venecia o Istria en el norte de Italia. Como los Octavios, probablemente procedía de una rica familia de provincias.
 
Por el contrario, el otro amigo de Cayo, Cayo Mecenas, presumía de antepasado distinguidos. Su linaje se remontaba a la espléndida y misteriosa civilización etrusca, que se había asentado en lo que correspondería en la actualidad a la Toscana y que dominó Italia central antes del auge de Roma.
 
Si creía que los etruscos habían emigrado desde Lidia, en Asia menor. La madre de Mecenas era de linaje real y  descendía de los Cilnios, una dinastía que había gobernado en la ciudad de Arretium (la actual Arezzo) varios siglos antes. En el siglo I a.C.  la familia había venido a menos y en ese momento eran equites  o sea miembro de la clase ecuestre o de caballería.  
 
Everitt destaca un dato revelador de la personalidad del futuro emperador de rodearse de amigos que, como él, no provenían de las familias nobles de Roma.  El origen de Agripa era poco claro, y la familia de Mecenas tampoco era romana y se mantenía bastante al margen de la vida pública (p.72) 
 
Nuestro personaje nació probablemente en Arretium (Arezzo), una localidad etrusca del centro de Italia. Se decía que tenía sangre real, como descendiente de los monarcas etruscos de la ciudad a través de la familia de su madre, los Cilnios, una dinastía que había gobernado la ciudad etrusca de Arretium. Mecenas perteneció siempre al orden de los caballeros (equites), inferior al de los senadores, y nunca quiso incorporarse al Senado, algo que habría estado a su alcance en cualquier momento gracias a su estrecha relación con Octavio . 
 
Cuando habla de de él, Horacio lo llamaba «Mecenas, nacido de reyes antiguos, mi dulce baluarte y honor».  Mecenas presumía de sus antepasados distinguidos. Y tenía algo de razón, pues su linaje se remontaba a la espléndida y misteriosa civilización etrusca que se había asentado en lo que correspondería en la actualidad a la Toscana y que dominó Italia central antes del auge de Roma. Se creía que los etruscos habían emigrado desde Lidia, en Asia Menor, dominando con el tiempo un espacio que siglos después sería la cuna de Roma.
 
Su nombre ha pasado a la historia como protector y amigo de las artes y como epitome de la práctica del mecenazgo. Gracias a la protección de Cayo Mecenas, Virgilio se vio libre de preocupaciones económicas y pudo entregarse plenamente al estudio y a la literatura, superando su origen humilde como el hijo de un campesino que fue. Gracias a Mecenas Horacio pudo verse liberado de la obligación de tener que trabajar para tener que subsistir. Y junto a él algunos de los artistas más célebres del ‘siglo de oro’ de la cultura romana que supieron encontrar el modo de financiar su arte bajo el amparo de poderosos patricios.
 

Amigo y consejero de Augusto, Mecenas no era sin embargo del agrado de Agripa, quien no veía en él ninguna de las virtudes de los romanos. Por el mismo motivo, Mecenas detestaba a Agripa. Mecenas era amante del lujo, afeminado y vicioso, y no detentó magistratura alguna en ningún momento, aunque fue militar en sus inicios. Para la posteridad ha legado su nombre como sinónimo de protector de las artes y las letras, pero lo cierto es que tenía mal encaje en la domus Augusta (Augusto era amante de su mujer Terencia) y cayó en el ostracismo años antes de la desaparición de Agripa. A pesar de todo, prestó grandes servicios a Augusto y éste lloró su muerte .

Es cierto, Mecenas era noble desde la cuna, pero nunca quiso pertenecer al Senado, en el cursus honorum siempre se quedó en la escala de los llamados Caballeros, a pesar de que por su poder y círculo de influencias y amistades pudo ser senador. Entre sus amigos y protegidos se encontraba Cayo Octavio Turino (luego Augusto) del que sería  confidente y consejero desde sus inicios en política (Millar, 1984). Mecenas siempre fue amigo de Octavio, y cuando en el año 44 a.C. asesinan a su tío Julio César, se puso a su servicio  para hacerse con el poder de Roma.  “Cayo César – así lo llama siempre Cicerón, un joven, o más bien casi un niño, pero uno de increíble, casi como si lo fuera , divina inteligencia y valor… ”, heredó de su famoso tío su acervo político y su nombre.  Si bien Octavio dudó en un principio en aceptar el legado y el nombre, al poco tiempo lo asumió en plenitud. A los dieciocho años dejó de ser Cayo Octavio para convertirse en Cayo Julio César. La tradición esperaba- añade Woldsworthy (2014)-  que conservara un rastro de su antiguo nombre y añadiera Octaviano a la fórmula. Nunca lo hizo, si bien en ocasiones sus enemigos lo llamaron así para destacar que su familia real carecía de lustre. No obstante este detalle de rigor, para no confundir al lector, nosotros preferiremos seguir llamándolo Octavio como suele asumir la historiografía moderna.

Octavio gobernó entre el 43 a.C. y el 14 d.C. en la cúspide del poder de lo que sería la muy exitosa experiencia del Imperio Romano, misma que se extendió entre el 27 a.C. y el 476 d.C.  Dice Nieto Sánchez (2013) que la obra política de Octavio se resume en su persona, pero fue posible gracias al esfuerzo de un notable plantel de colaboradores, entre los que sobresalían políticos de la talla de Agripa y Mecenas, historiadores como Tito Livio, e intelectuales como el mismo Mecenas, Horacio y Virgilio.  “En suma, al rodearse de hombres de las letras y las artes, Octavio ponía las bases para que en el futuro su época pudiese ser contemplada como el Siglo de Oro de Augusto “seculum aureum Augustí)” (Nieto Sánchez, 2013:78) .

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