Guerras Proxy: el cambio de paradigma en la naturaleza de la guerra

El politólogo checo Karl Deutsch, definió las guerras por poderes como ‘un conflicto internacional entre dos potencias extranjeras, librado en el suelo de un tercer país; disfrazado de conflicto por una cuestión interna de ese país; y utilizar parte de la mano de obra, los recursos y el territorio de ese país como medio para lograr objetivos y estrategias predominantemente extranjeros.

Las guerras por poderes resultan de una asociación entre un patrón (un actor nacional o no estatal que no está involucrado en las complejidades de un conflicto en curso) y los representantes seleccionados que sirven como vínculo para las finanzas, el entrenamiento y el armamento del patrón. En otras palabras, los gobiernos que quieran promover sus propios objetivos estratégicos sin involucrarse directamente en una guerra brutal y costosa, deberían recurrir a conflictos por poder.

El presidente Dwight D. Eisenhower se ha referido a las guerras por poderes como «el seguro más barato del mundo» y el ex presidente paquistaní Zia-ul-Haq, como «mantener la olla hirviendo» en zonas de combate activas, respectivamente. El término «guerra por poder» en este contexto todavía se basa en la idea de participación indirecta, cuando el Estado «A» contrata representantes en el Estado «B» para llevar a cabo «misiones disruptivas» en su lugar. Sin duda, las batallas por poderes pueden llevarse a cabo en secreto. Cuando la Unión Soviética invadió Afganistán en 1979, los gobiernos de Carter y Reagan respondieron equipando, apoyando y entrenando a los emergentes muyahidines afganos. Otro ejemplo es el empleo de representantes cubanos por parte de la Unión Soviética durante la guerra civil en Angola, que comenzó en 1974.

Sin conflictos regionales preexistentes de los que se pudiera haber sacado provecho, muchos de los conflictos indirectos de la Guerra Fría (como la presencia indirecta de Estados Unidos en Afganistán durante la década de 1980) y posteriores (como la actual participación iraní por poderes contra el ejército estadounidense en Irak y Yemen contra Arabia Saudita) no habría tenido lugar. Los representantes, obviamente, tienen sus propios objetivos, lo que hace difícil gestionar el vínculo entre el donante y el representante durante una disputa, particularmente cuando los representantes comienzan a sentirse más autónomos o a formar sus propias interpretaciones de los objetivos estratégicos del patrón. Por lo tanto, las batallas por poderes son complicadas para todas las partes involucradas.

La aparición de un moderno «síndrome de Vietnam», que ha reducido el deseo público y político en el mundo desarrollado de realizar contrainsurgencia masiva y guerras innecesarias en el contexto de una crisis crediticia global; el crecimiento de la visibilidad y la importancia de las Compañías Militares Privadas (PMC) en la guerra actual; y la creciente importancia del ciberespacio como plataforma desde la cual llevar a cabo la guerra son cambios actuales y significativos en el carácter del combate contemporáneo y las relaciones internacionales. (El síndrome de Vietnam es una frase que se utiliza para describir el impacto de la controversia interna sobre la guerra de Vietnam. Fue utilizada por primera vez por Ronald Reagan como una forma de expresar sus opiniones contra la guerra).

Frank Hoffman fue el primero en sugerir el concepto de guerra híbrida, un enfoque militar que combina la guerra política con el combate regular, la guerra no convencional, la guerra cibernética, la guerra electrónica y otras tácticas de influencia, incluidos los medios engañosos, la diplomacia, la guerra legal y la interferencia externa en las encuestas.

Teniendo en cuenta el flujo de acontecimientos y las realidades geopolíticas emergentes, la guerra híbrida definitivamente estará por encima de las tácticas de guerra, herramientas que serán utilizadas en futuros conflictos por archirrivales políticos entre sí con sus propios representantes patrocinados, tallados y afiliados como frente. -herramienta final.