The Right Plus-que-parfait
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Ya conocidos los resultados en las elecciones para el europarlamento del domingo en la Union Europea, con un triunfo cuantititativo del centro derechismo representado por el partido popular europeo PPE que sacó 190 votos, lo convirtió en la mayor delegación del europarlamento, aunque a decir verdad, no fue sorpresa para nadie, ya que se ha ido convirtiendo en el reducto de consenso entre los liberales, verdes y centristas de Europa, ese último bastión frente a las amenazas acostumbradas provenientes del Kremlin, la incomoda y tardía des-Chinización en el ámbito comercial, y donde también este “niño viejo continente” debe comenzar a independizarse de su tío Sam en el país de America del Norte, sobre todo en la protección geopolítica que por años le ha brindado.
Este triunfo ha sido opacado por un llamativo y explosivo crecimiento de un sector de la derecha europea mas convincente y convocante, que ha mostrado capacidad de organización y de articulación, a pesar de sus diferencias internas y que en tiempos tan convulsionados se han sobrepuesto. La victoria real la tuvo la derecha que prefiero llamar plus-que-parfait (más que perfecta) o derecha plus.
Aunque puede sonar demasiado aduladora esta descripción, busco poner en énfasis su más marcada definición y convicción, ante la derecha opaca que pacta con la izquierda postmarxista y que es parte del globalismo que tiene a los países en vilo frente a los problemas de inmigración, economía y faltos de identidad.
El término que además se emplea para un tiempo verbal del pasado del modo indicativo muy propio del francés, fonéticamente este vocablo es de una belleza particular, y mas me resuena recordando el perfecto francés pronunciado por mi padre ya fallecido, remontándome a esas tertulias cuando desde su boca eran pronunciadas; hoy llegan desde las profundidades mistéricas de la vida después de la muerte.
Volvamos a cruzar el charco; lo que preocupa a la izquierda europea no son los Macron ni los Von Der Leyen, que parecen estar mansos y no mostrar más que sumisión frente a la socialdemocracia, de la cual ya son parte, como si se tratare de un efecto de fuerzas centrípetas que actuasen sobre ellas, digamos, basado en el consenso de Francis Fukuyama que sentencio el Fin de la Historia, como si hubiera habido una paliza del liberalismo frente al comunismo con la caída de la cortina de hierro en 1989, cuestión tan alejada de la realidad como decir que Rusia y China solo buscan ser aceptados e incluidos inocentemente en el concierto internacional y no asumiéramos que buscan reivindicar los “abusos” de Occidente por siglos mediante acciones cercanas a la vendetta. Cuestiones históricas que pasan la cuenta.
Pero Europa ha mostrado su real cara y voluntad de lucha, esa que lo hizo ser líder del desarrollo humano, tanto en las áreas humanistas como científicas, y no lo hizo, como era de esperarse, de la mano de su elite burocrática amancebada en Bruselas y Estrasburgo, ni tampoco desde los salones de Davos, sino que desde su pueblo, ese folk que tiene que lidiar con la realidad de las alzas constantes de precios, los mercados poco competitivos a los que son obligados a participar con reglas asimétricas, los que son exprimidos en impuestos y barreras con la excusa del porvenir de la economía verde, esa que falsea acerca del calentamiento global y llena de pánico a las personas, frena el desarrollo con la mano firme del progresismo que detesta la iniciativa privada por considerarla otro axioma capitalista lleno de individualismo y suciamente competitiva. Bueno, a pesar de tener todo el lobby funcionando para que de con una postura maniquea, salieran electos los progresistas socialdemocratas-liberales-centristas-verdes, esos que se sienten dueños de la cordura, aún cuando pusieron todos sus medios de comunicación desde hace semanas con propaganda activa en contra de la que ellos denominan extrema-derecha, miran más con envidia que con verdadera preocupación ideológica la consolidación del nacional-conservadurismo en la Europa profunda, esa arraigada en la tradición, representada por la gente cansada del entreguismo de sus gobernantes, han elegido un parlamente con una derecha a secas, más popular, que defiende a los ciudadanos de sus países, que quiere controlar una inmigración desatada con importación que incluye también delincuencia, drogas y abusos en el uso sobre el sistema de bienestar social europeo, y que está cuidando cómo debe ser la tradición greco cristiana.
Así dentro de los triunfos más importantes están el de Agrupación Nacional o RN de Francia de Marine Le Pen, el que fue primera mayoría en el parlamento europeo con 30 escaños, y ha obligado a que el presidente francés Macron adelante elecciones legislativas, donde se pronostica que podría ser mayoría con 34% del parlamento, frente al 19% de la coalición del actual presidente, con alta probabilidad de que se genere una co-habitación de gobierno entre él y un joven pero brillante Jordan Bardella, que ya le planta cara en acaloradas discusiones al primer ministro y favorito del presidente, Gabriel Attal en los debates galos; está también el partido AfD, Alternativa para Alemania, que si bien fue removido del grupo europarlamentario, Identidad y Democracia comandado por RN y el italiano partido La Lega (de Matteo Salvini), alcanzó la 2da mayoría en su país, a pesar de haber tenido casos puntuales de algunos dirigentes por ser benevolentes en sus dichos con el nazismo de los años 40s y casos de espionaje chino, ambas cuestiones inaceptables desde cualquier punto de vista; en Bélgica fue tanto el terremoto que provocó el triunfo de la derecha que llevó a la dimisión del primer ministro De Croo, y los pone en primer lugar para liderar un posible nuevo gobierno. También fue el turno del recién nacido partido de Polonia, Confederación, que obtuvo 6 posiciones, respuesta al abandono del PiS (ley y Justicia) de las ideas de libertad y defensa de los valores tradicionales en el país de Europa del Este.
Así encontramos triunfos en el nutrido espectro de la derecha que van desde el mencionado ID como grupo más cuestionador de Bruselas, así como más europeísta en el caso del grupo ECR (European Conservative and Reformists), proclive al atlantismo americano, en los que se incluyen el partido español Vox, que pasó de 3 a 6 escaños, el partido de la primera ministra de Italia, Georgia Meloni, con su partido Fratelli d’Italia, que arrasó con 24 asientos, y el partido polaco ya mencionado PiS (Ley y Justicia) con 20 escaños.
Entre ellos pero sin grupo en particular, como verdaderas bisagras que unen puertas con estructuras, se encuentra el exitoso modelo húngaro comandados por el primer ministro Viktor Orbán y su partido Fidesz, que llevan una buena relación con ambos sectores y dan muestras de saber hacer, consolidando su posición de liderazgo europeo en instancias de esta naturaleza, al obtener 11 escaños.
Como se puede apreciar, ni euroescépticos ni pro-Putin, como en la izquierda intentan tildarlos, si bien tienen matices como su inclinación más hacia un apoyo a Ucrania vía entrega de armamento, como el caso de ECR, otros mantienen convicciones de que no tiene sentido dilatar una agonía para la ex república soviética, que inminentemente será anexada por Rusia, y que significa un gasto para los europeos que podría ocuparse en solucionar los problemas de empleo y salarios reales, mayor dinamismo en el mercado e incentivos a empresas locales, y apoyos para sectores alicaídos como la agricultura, el comercio minorista, o potenciar la industria energética y IT tras el abandono del viejo continente en la carrera tecnológica, de la cual esta lejos de ser protagonista como lo fuera durante todo el siglo XX. Se trata de recuperar ese liderazgo y posición internacional que ha perdido por culpa de la excesiva burocracia en la toma de decisiones en la UE, de la insistencia en la instalación de un gobierno supranacional y de ir desvaneciendo la autonomía de los países, una alianza muy firme entre progresistas, tanto de esa derecha globalista como de izquierda socialdemócrata.
Para algunos Europa ha muerto, yo pienso que no, que vivimos un despertar europeo, una salida de ese letargo, pero se requiere más para recuperarlo como faro civilizatorio de antaño, y eso explica la alta adhesión y apoyo del ciudadano común que votó entre el 6 y 9 de junio, que ve como sus países deben tener sus propias visiones sin dejar de lado el sentimiento de unión y colaboración activa, para alcanzar mejores niveles de educación, salud, tecnología, sistema de justicia y combate a la inmigración descontrolada, de cara a un horizonte mucho más complejo, donde potencias medias y grandes con gobiernos de dudoso nivel democrático amenazan con arrebatar esa posición histórica y papel fundamental en la cultura occidental.